Una de las personas más
admirables y admiradas por mi es Marilyn Monroe. Siempre pensé que había algo
en su forma de ser, de manifestarse, que era realmente fascinante y, sin tener
un conocimiento más profundo del personaje, no sabía qué era, no sabía
definirlo.
Un buen día buscando entre los
escritos de Ayn Rand descubrí éste que adjunto a continuación. Sinceramente es
magnífico, porque representa todo eso indefinible que es la esencia de lo que pululaba por mi mente sin concretarse, por eso lo
transcribo:
La muerte de Marilyn Monroe conmocionó a la gente, con un impacto
diferente a lo que sería su reacción ante la muerte de cualquier otra estrella
del cine o figura pública. En todo el mundo la gente sintió una extraña
convicción de estar personalmente involucrada, y de protesta, como la exclamación
universal de un "Oh, ¡no!"
Sintieron que su muerte tenía algún significado especial, casi como una
advertencia que ellos no podían descifrar, y sintieron una aprehensión
inexpresable, la sensación de que algo terriblemente malo estaba involucrado.
Tenían razón de sentir eso.
Marilyn Monroe, en la pantalla, fue un reflejo del júbilo –puro,
inocente, como el de una niña– de vivir la vida. Ella proyectaba la imagen de
una persona nacida y criada en alguna Utopía radiante, no afectada por el
sufrimiento, incapaz de concebir la fealdad o la maldad, encarando la vida con
la confianza, la benevolencia y la exultante ostentación de un niño o de un
gatito que está feliz de exhibir su atractivo como el mejor regalo que puede
ofrecer al mundo y que espera ser admirado por ello, no lastimado.
En la vida real, el suicidio de Marilyn Monroe –o peor, un suicidio que
pudo haber sido un accidente, sugiriendo que para ella la diferencia no
importaba– fue una declaración de que vivimos en un mundo que hizo imposible
para su tipo de espíritu y para las cosas que ella representaba poder sobrevivir.
Si alguna vez hubo una victima de la sociedad, Marilyn Monroe fue esa
victima, de una sociedad que profesa dedicación al alivio de los que sufren
pero que mata a los que están llenos de entusiasmo.
Ninguno de los que reciben las solicitudes tiernas de los humanitarios,
los delincuentes juveniles, pudo haber tenido una niñez tan sórdida y
horripilante como la tuvo Marilyn Monroe.
Sobrevivirla y preservar la clase de espíritu que ella proyectó en la
pantalla, el sentido radiantemente benevolente de la vida, que no puede ser
fingido, fue un logro psicológico casi inconcebible, que requirió un heroísmo
del orden más elevado. Cualesquiera cicatrices que su pasado hubiese dejado,
fueron insignificantes en comparación.
Ella preservó su visión de la vida a través de una pugna de pesadilla,
luchando para abrirse camino hasta la cima. Lo que la rompió fue el
descubrimiento, en la cumbre, de un mal tan sórdido como el que había dejado
atrás; peor, quizás, por incomprensible. Ella había esperado alcanzar la luz
del sol; encontró, en su lugar, una ilimitada ciénaga de malicia.
Era una malicia de un tipo muy especial. Si quieres presenciar su lucha
dubitativa por comprenderla, lee el magnifico artículo en un reciente número de
la revista Life. No es en realidad un artículo, es una transcripción literal de
sus propias palabras y el documento más trágicamente revelador publicado en
muchos años. Es un grito de ayuda que llegó muy tarde para ser respondido.
"Cuando eres famosa, es como que te chocas con la naturaleza
humana de una manera más o menos cruda", ella dijo. "Provoca envidia,
la fama hace eso. La gente con la que te encuentras opinan que, bueno, ¿quién
es ella? ¿Quién se cree que es ella, Marilyn Monroe? Sienten que la fama les da
a ellos algún tipo de privilegio de acercarse a ti y de decirte cualquier cosa,
tú sabes, de cualquier tipo de naturaleza y que no lastimará tus sentimientos,
como si le estuviera pasando a tu ropa...Yo no comprendo porqué las personas no
son un poco más generosas entre si. No me gusta decir esto pero temo que hay mucha
envidia en este negocio."
"Envidia" era el único nombre que ella podía encontrar para
la cosa monstruosa que confrontaba, pero era mucho peor que la envidia: era el
profundo odio a la vida, al éxito y a todos los valores humanos, sentido por un
cierto tipo de mediocridad, el tipo que siente placer al escuchar de la mala
fortuna de un extraño. Era odio al bien por ser el bien, odio a la habilidad, a
la belleza, a la honestidad, a la determinación, a los logros y, por encima de
todo, al júbilo de las personas.
Lea el artículo de Life para ver como operaba y qué le hizo a ella.
Una niña entusiasta, que fue reprendida por su entusiasmo: "A
veces las familias de acogida se preocupaban porque yo acostumbraba a reír tan
fuerte y con tanta alegría; yo supongo que pensaban que era algo
histérica."
Una estrella espectacularmente exitosa, cuyos patronos seguían
repitiendo: "Recuerda que no eres una estrella," en un esfuerzo determinado,
aparentemente, de no dejarla descubrir su propia importancia.
Una actriz brillantemente talentosa, que escuchó de las supuestas
autoridades, de Hollywood, de la prensa, que ella no podía actuar.
Una actriz, dedicada a su arte con seriedad apasionada: "Cuando yo
tenía 5 años, creo que fue entonces cuando yo empecé a querer ser una actriz,
adoraba jugar, no me gustaba el mundo a mi alrededor porque era bastante
deprimente pero me encantaba jugar al ‘hogar’ y era como que podías fijarte tus
propias fronteras”, que pasó por un infierno para fijar sus propias fronteras,
para ofrecer a la gente el universo iluminado por el sol de su propia visión.
"Es casi tener ciertos tipos de secretos por un momento, cuando estás
actuando”, pero quien fuera ridiculizada por su deseo de interpretar papeles
serios.
Una mujer, la única, que fue capaz de proyectar la inocente sexualidad
radiante de un ser de algún planeta no corrompido por la culpa, que se encontró
a si misma considerada y promocionada como un vulgar símbolo de obscenidad y
quien todavía tuvo el coraje de declarar: "Todos nacemos criaturas
sexuales, gracias a Dios, pero es una pena que tanta gente desprecie y aplaste
este regalo natural."
Una niña feliz, que estaba ofreciendo su logro al mundo con el orgullo
de una grandeza autentica y del gatito que deposita un trofeo de caza a tus
pies; que se encontró a si misma respondida por esfuerzos concertados de negar,
de degradar, de ridiculizar, de insultar, de destruir sus logros; que fue
incapaz de concebir que era castigada por lo mejor de ella, no por lo peor; que
sólo podía presentir, con terror impotente, que estaba confrontando algún
indecible tipo de mal.
¿Cuanto tiempo cree que un ser humano puede soportarlo?
Tal odio a los valores siempre ha existido en alguna gente, en
cualquier era o cultura. Pero hace cien años, se hubiera esperado de ellos que
lo escondan. Hoy está en todo nuestro alrededor; es el estilo y la moda de
nuestro siglo.
¿Donde encontraría alivio de tal odio un espíritu hundiéndose?
El mal de una atmósfera cultural está hecho por todos aquellos que lo
comparten. Cualquiera que haya una vez sentido resentimiento contra el bien por
ser el bien y haya dado voz a éste, es el asesino de Marilyn Monroe.
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