El Conjunto Solaria desarrollado en el Polígono Macondo de
Cáceres ha sido un escaso paradigma de esos proyectos ideales con los que un
arquitecto se encuentra realmente cómodo haciendo su trabajo.
El cliente me pidió, a secas, que hiciese un proyecto con las
condiciones que establecía la normativa del polígono y que, como sabía de mí
por las obras realizadas, no me imponía ninguna condición más que la que el
producto resultante fuera vendible, pero que le habían indicado que era mejor
que no me dijese nada más, que hiciera aquello que deseaba hacer para aquel
lugar y en aquella parcela.
Puedo asegurar que pocas veces tiene uno esta oportunidad de
hacer su trabajo bajo estas premisas, por un lado el lugar, un polígono sobre
el que un par de años antes habíamos hecho el Plan Parcial mi compañero Miguel
Madera y yo con un máximo de grados de libertad para el diseñador. Pero también
esas condiciones son exactamente aquellas en las que te enfrentas con un papel
en blanco y sólo tienes tu cerebro para arrancar de él la primera línea.
El grado de responsabilidad que uno encuentra en esos
momentos al tiempo de dulce es mortalmente delicado. No tienes a nada ni a
nadie en quien basarte, sólo te tienes a ti mismo. No es bueno ni sano adoptar
ningún hallazgo de otro compañero, estás tú y el papel y sólo tienes los
sueños, y tu imaginación para avanzar. Es como si de repente te soltaran en el
espacio, aislado del mundo y no puedes asirte de nada, no tienes a nada más, tú
y tu cerebro…es la esencia de la creación.
Así es que me puse manos a la obra, al fin y al cabo, las
directrices sujeridas por el Plan Parcial que habíamos hecho marcaban una
especie de tendencia que yo quería desarrollar.
Y asi lo hice.
El resultado está en esas imágenes.
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